El Juego como base del desarrollo de la humanidad.

Niños jugando en Santa María de Ojeal, a orillas del Amazonas.

Bebé F.

Puede que la veas mejor si haces clic sobre la foto.

No fue un error. Esa es la versión que el Consejo hizo circular para no reconocer que yo, «El Portador de la Luz» y uno de sus más destacados miembros, los había desafiado.

La verdad, la pura verdad, es que no pude soportar que aquel infame proyecto se llevase a cabo y durante el proceso introduje cambios. 

Fue sencillo, sólo tuve que dotarlos de curiosidad e ilusión y programar una larga gestación al final de la cual nacen desvalidos. Eso conlleva una infancia y pubertad dilatadas en el tiempo, lo que equivale a un larguísimo periodo de aprendizaje en el que el juego tiene una importancia capital pues genera sentimientos de unidad, colaboración y pertenencia a un grupo social mientras que desarrolla la inteligencia, las habilidades y aumenta los conocimientos.

Querían que los fabricase a nuestra imagen y semejanza, para fomentar en ellos la confianza hacia nuestra especie, y así lo hice. Mi pecado fue negarme a que fueran meros autómatas, esclavos sin conciencia de sí mismos.

Mi castigo fue terrible y solo la clemencia del designado para mi ejecución me libró de la Nada. Pero, con mucho, lo peor de todo no ha sido que me hagan pasar por «El Señor de las Tinieblas» o «La Esencia del Mal», a mi que soy Lucifer, «El Portador de la Luz», sino que hayan puesto en marcha los proyectos Consola, Smartphone, Tablet y otros similares para acabar con los resultados de mi trabajo. Pude salvarlos en una ocasión, avisando a Noé y algunos otros, pero esto es mucho más grave pues están matando el juego.

Me siento incapaz de afrontar este nuevo reto. ¿Cómo podría alertarlos del riesgo en que se encuentran sin que me tomen por loco?.

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Texto tomado de: "Han ser contos".

Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".

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