Puede que la veas mejor si haces clic sobre la foto y luego pulsas F11.
El truco me lo enseñó el chófer de dirección: «Yo siempre llevo una muda completa en el maletero, por si acaso» —me dijo mientras me mostraba un discreto maletín, tipo portafolios.
Mi esposa y yo, al ser dos, lo que llevamos es una maleta de juguete, de esas que han puesto de moda las aerolíneas de bajo coste, con una previsión para tres días que, teniendo en cuenta que el de inicio ya vas vestido, se estiran hasta un mínimo de cuatro.
Así pues el día que, teniendo como destino la ciudad de A Coruña, se nos ocurrió entrar en Astorga para comer un cocido maragato y visitar el palacio episcopal, obra de Gaudí, no tuvimos problema en seguir hasta León solo por darle un vistazo a la Casa Botines del mismo autor. Claro que, una vez allí, lo lógico y natural era seguir hasta Comillas para recrearnos con el Capricho y, sin meditarlo ni un minuto, poner rumbo a Barcelona por aquello de que nadie puede decir que conoce a Gaudí sin haber visitado esta magnífica ciudad.
Desde entonces a este peculiar recorrido lo conocemos como «nuestra ruta Gaudí».
No les hablo del regreso porque tampoco es cuestión de poner en entredicho la salud mental de este escritorzuelo de pueblo ni la de su santa y paciente esposa.
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Texto tomado de: «Guía de Viajes Reales y Soñados».
Atribuido a: Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío.
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