Lactuca Sativa
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En medio del clamor, el recién nombrado Presidente subió al estrado, sacudió su cuidadosamente descuidada melena, comprobó que el faldón de su camisa Eiton colgaba por fuera de sus gastados Loes y que la roña de su dedo gordo del píe se veía a través de las chanclas Dream In Golden Finger. Su dentadura de cerámica brillaba con una sonrisa ensayada mil veces ante el espejo cuando, seguro de su carísimo pero desaliñado aspecto, se dirigió al auditorio:
—Compañeros y compañeras, constituida nuestra ONG con el nombre de LaSaLeche, derivado de Lactuca Sativa Lechuga, elegida la junta directiva que me honro en presidir y, para que quede claro ante la sociedad cuál es nuestro objetivo que no es otro que la defensa de la vida y derechos humanos de las lechugas, propongo que el martes 25 de enero, a las 09:00 horas, llevemos a cabo una manifestación en la Puerta de la Luna Llena —dijo, poniendo mucho énfasis en lo de «derechos humanos»—.
—Cuatro de nuestras más jóvenas y bellas compañeras, elegidas en asamblea soberana —continuó tras una breve pausa—, se desnudarán en medio de la plaza y, tendidas sobre el cemento en cueros vivos, se colocarán una lechuga en el vientre. Con ello pretendemos simbolizar el dolor que sufren estos seres al ser arrancados del seno de sus madres para ser devorados por esos animales inmundos que a sí mismos se llaman hombres y hombras; perdón, quise decir mujeres.
—Oiga —se escuchó tímidamente desde un rincón—, no es por incordiar, pero me da que en enero hace mucho frío para que nuestras hombras —perdón, mujeras, que ya no sabe uno ni lo que dice— anden desnudas por la plaza y... no quisiera equivocarme, pero me da que las lechugas no son de seno materno pues tengo entendido que crecen en la tierra como el césped de su jardín.
—¡Cállese! ¡Qué sabrá usted de estas cosas. Si yo le digo que las lactucas maman es que maman y punto! Si hasta el nombre viene de «leche» ¡leches! —dijo visiblemente enojado pero sin quitarse la sonrisa—. ¿Alguien más va a interrumpir? No; pues continúo. Los muslos de nuestras compañeras irán pintados de rojo como símbolo de la sangre inocente de nuestras hermanas lechugas...
—Verá, es que no tienen sangre, tienen una cosa verdosa que se llama clorofila o algo así —se oyó decir desde otro extremo del local—.
—Miren. Yo, ustedes lo saben bien, soy de hacer las cosas con amor, con mucho amor. Soy amoroso como un osito de peluche al que nadie acaricia de puro feo pero, si es necesario, no me importa que el cuchillo y la cuchilla hagan daño y corten cabezas cuando de curar el cáncer de la discrepancia se trata. ¡A esos dos me los expulsan ya. Hasta ahí podíamos llegar!
—¡Clorofila! ¿a quién le importa un carajo la clorofila?. ¿Verde? ¡Verde! Si le pinto los muslos de verde van a parecer vómitos. Si es que no se puede, en cuanto les das la mano se toman el pie —se oyó rezongar cuando pensó que había cerrado el micrófono—. Y, dirigiéndose al Secretario: «¿Has pedido ya las subvenciones? Por cierto, no te olvides de diputaciones y ayuntamientos. ¡Qué negocio, compañero, qué negocio!».
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Texto tomado de: "Han ser contos".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
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