Todas las imágenes que aparecen en este blog son propiedad exclusiva de su autor y están protegidas por la legislación española y los acuerdos internacionales sobre los derechos de la propiedad intelectual y, por tanto, no pueden ser descargadas, reproducidas y/o modificadas sin el consentimiento expreso y por escrito del autor. En caso de estar interesado/a en alguna de ellas, ponte en contacto.
Si te reconoces en alguna fotografía y no deseas aparecer aquí, dímelo y estudiaré su retirada a la mayor brevedad posible.
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Al examinar el negativo en la ampliadora, antes del positivado, ya supo que algo raro pasaba con aquella fotografía y, por eso, decidió enviarla a la más famosa de las internacionales ferias de arte contemporáneo. Tenía la esperanza de que, al ser analizada por tantos expertos, alguno pudiera dar con la clave.
El impacto fue desproporcionado. Un sector de la crítica se manifestó en el sentido de que era una obra de arte del «deconstructivismo» fotográfico y la prensa se hizo eco con grandes titulares que hablaban de «La Deconstrucción del Surf» como el acontecimiento artístico más relevante de los últimos años. Por el contrario, otra de las corrientes dominantes, se pronunciaba en el sentido de que, en esencia, no podía hablarse de «deconstrucción», sino de «desocupación minimalista» y, por tanto, afirmaban que, sin dejar de ser una obra clave para entender la modernidad, más bien debía hablarse de «La Deconstru-Desocupación Minimalista del Surf» y, al inclinarse la televisión por esta segunda denominación, así pasó a los anales de la historia del arte.
El autor, un desconocido jubilado, siguió con la duda y por eso decidió llamarle «Espíritu Puro Sobre las Aguas» y es que, dándole vueltas al asunto, recordó que, instantes antes de apretar el obturador, oyó a una chica que gritaba: «¡Ángel, a qué no tienes "güevos" de tirarte!».
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Texto tomado de: "Han ser contos".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
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A Espenuca y depresión del Mandeo. Vista desde la Nacional VI a su paso por Coirós.
A Espenuca (Coirós). Vistas desde la cumbre.
A Espenuca (Coirós). Vistas desde la cumbre.
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Pongo punto final a este reportaje fotográfico sobre el lugar de A Espenuca, en Coirós (A Coruña), pero no quiero ni debo hacerlo sin dejar un enlace a una información mucho más seria y fundamentada que la que nos ofrece ese desquiciado escritor al que no se por qué soy tan aficionado y que se llama Miguel Arcángel.
Así pues, aquellos que tengan interés en documentarse y, a su vez, en comprobar lo que hay de verdad y fantasía en los relatos con los que he acompañado mis fotografías, pueden leer el siguiente estudio:
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A Espenuca (Coirós). La Cama de Santa Eulalia. (Gelatina de Plata)
A Espenuca (Coirós). La Cama de Santa Eulalia. Detalle
A Espenuca (Coirós). El Trono de Piedra o Sillón del Moro. (Gelatina de Plata)
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—Como ya le dije, don Arcángel, Santa Aia es muy buena abogada para «ter fillos e para o bo parto», pero el ritual ha de realizarse con mucho cuidado. El Antón, hace años, se equivocó con un signo y la pobre pareja se vio «bendecida» con cuatrillizas cuando, de edad ya madura como eran, sólo buscaban un hijo varón que, en su vejez, se hiciese cargo de ellos y de las fincas.
Esto es lo que me decía doña Eulalia cuando me transmitió los secretos de una ceremonia que, aunque ya casi perdida —hoy las parejas confían en los urólogos y ginecólogos más que en los santos—, tiene sus orígenes en la época de las grandes piedras y que yo les relato sin traicionar la confidencialidad sobre determinados aspectos que solo podré trasladar a mi sucesor.
Mientras la pareja reza y entrega su óbolo en la cercana iglesia de Santa Baia, el oficiante prepara el ara limpiando las dos pilas labradas en la piedra en las que deposita las ofrendas de luz, cuidando mucho de que los aceites derretidos puedan descender por el canal existente en la roca hasta la tierra que la rodea. A continuación, con yeso y carbón y en la más absoluta soledad, pinta los signos grabados junto a la pila pequeña en el modo y orden que solo él conoce.
Una vez terminadas estas labores previas, revestido de su dignidad, se sienta en el Sillón del Moro y espera a que la pareja suba hasta él y solicite sus servicios. Cumplido este trámite los acompaña hasta la parte superior del ara, la auténtica Cama de Santa Eulalia, y, mientras ellos se desnudan totalmente exponiendo sus cuerpos a la noche, él señala con su báculo cada uno de los símbolos y murmura de forma ininteligible las palabras sagradas que corresponden a cada marca.
Ya sólo falta encender las «lumeiradas» y que el novio o marido rece la oración de Santa Eulalia¹ mientras su mano derecha se apoya sobre otro juego de signos cuya ubicación, contenido y forma debo de mantener en el más absoluto secreto.
A partir de ahí, al píe de la espadaña, las cabezas orientadas hacia el cruceiro, sobre el duro granito se inicia la danza de la vida.
—¡Ah, don Arcángel! Me olvidaba decirle que el ritual ha de llevarse a cabo en noche de Luna nueva para que la semilla enraíce y prenda con fuerza.
1. Eulalia, Baia, Aia, etc. son nombres aplicables a la misma santa.
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Texto tomado de: "Han ser contos".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
NOTA: La serie sobre A Espenuca consta de varias entradas, a saber:
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No basta alcanzar la cumbre. Solo si sabes mirar descubrirás este oculto lugar de fuerza, misticismo y poder.
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El culto cristiano en estas elevadas y duras soledades está dedicado a Santa Eulalia, Aia, Aya, Olalla o Baia, apelativos por los que se conoce a esta virgen y mártir, muy buena abogada para «ter fillos e para o bo parto» y que también intercede por las vacas marelas a la hora de que tengan muchos y buenos becerros; no así por las de otra color que, a más de extranjeras, son descreidas y no gozan, por tanto, de su protección.
Se tienen noticias de que, allá por el año 881, el presbítero Cendulfo reconstruyó en este lugar una iglesia dedicada a Santa Eulalia sobre los restos de un monasterio anterior destruido por los normandos; hechos estos que provocaron gran enfado en las brujas de la Terra Chá de Lugo que, siendo tan llana su comarca, venían a la Espenuca para poder aprender a volar y hubieron de abandonar la costumbre al ser bendecido el picacho.
La iglesia actual, románica, del siglo XII, parece querer precipitarse por la ladera para hundirse en las aguas del Mandeo doscientos noventa metros más abajo. Situada al borde del precipicio, se rodea de un pequeño cementerio poblado por muertos antiguos de los que el tiempo ha ido borrando toda memoria incluso en las lápidas de piedra ya semiocultas por la tierra y la hierba. Es un templo feliz al que las jerarquías apenas molestan y las ánimas benditas que allí moran disfrutan de paz y hermosos paisajes tras haber luchado bravamente contra aquellos bárbaros provistos de cuernos que un día brumoso llegaron de la mar a través de la ría de Brigantium.
Durante las noches, cuando la luz de la luna penetra entre las ramas de los árboles, no es raro ver un grupo de guerreros fantasmales que, sentados en el círculo de la cumbre, rodeando la espadaña y la cruz, rezan sus oraciones y rememoran sus hazañas. Conscientes de su poder, son benévolos con las visitas siempre y cuando no se los moleste, en cuyo caso su ira es irrefrenable. En especial odian el ruido de los motores y los faros de los coches a los que, sin duda, consideran engendros de Satanás.
Uno de ellos, el más conocido por los mortales de la zona, deambula entre las rocas de este perdido «outeiro» arrastrando una pesada bola de hierro fundido unida a su tobillo izquierdo por una larga cadena. Es un espectro tan sumamente real que muchos opinan que es de carne y hueso.
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Texto tomado de: "Han ser contos".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
NOTA: La serie sobre A Espenuca consta de varias entradas, a saber:
Entrada dedicada a Félix Royo Vicente, político, sindicalista y sin embargo amigo, con el que compartía la siguiente broma:
«Félix: —Miguel, el día que tomemos el poder te voy a exiliar a la Espenuca. Te dejaré allí abandonado con una cadena en el tobillo y una bola de presidiario.
Miguel: —¡Joder, Félix! Espero que, en aras de nuestra amistad, al menos la bola sea hueca.»
Pero... ¿realmente era una broma?. No lo se, el PCE aún no ha llegado al poder y, si con gente de la talla intelectual y capacidad del amigo Royo no llegó, no creo que ahora vaya a hacerlo.
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«A Botilla ou Casa do Santo» de A Espenuca dando entrada al Cementerio
«A Botilla ou Casa do Santo» de A Espenuca dando entrada al Cementerio
«Ave María Gratia Plena». «Peto de Ánimas» en A Espenuca
«Botilla ou Casa do Santo» en A Espenuca. Nuestra Señora de los Remedios.
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Por estas tierras se conoce como «Botilla» o «Casa do Santo» a unos edificios que, sin formar parte de ellas, sirven de almacén para las iglesias y a los que, el día del santo patrón, curas y cofrades trasladaron las pantagruélicas comilonas que antiguamente se celebraban en las sacristías. De este modo, sin duda, pretendían guardar las formas y el respeto debido al templo.
En el caso de A Espenuca, metros más abajo de la cumbre y oculta por los árboles, la «Casa do Santo» actual es una reconstrucción de otra aún más antigua que, a su vez, debió ser edificada como prolongación del abrigo natural formado por unas peñas que fueron el hogar de Cendulfo, santo varón y primer monje del que se tiene razón por estas soledades. Hoy día es una capilla dedicada «a Nosa Dona dos Remedios de Espenuca Nai da Igresa» cuya imagen de piedra, sedente, en majestad, podemos ver en su interior sosteniendo con la mano derecha un barco y con la izquierda al Niño Jesús en actitud de bendecir. Justo a su lado una interesante pila bautismal románica. Con todo, llama la atención el dintel de la puerta con grabados evidentemente celtas.
Doña Eulalia me contó que, allá por mil novecientos treinta y tantos, un ladrón del que nunca se supo el nombre ni el origen intentó robar los pocos «patacones» que pudieran haber en el «peto de animas» integrado en la fachada principal, forzando para ello los barrotes de la puerta. Cuando estaba con medio cuerpo dentro, Santa Aia o alguna otra fuerza poderosa envió un enjambre de abejas que lo picaron a millares. Hinchado por demás no pudo entrar ni salir muriendo allí con tan mala suerte que, cuando al cabo de los meses lo descubrió el sacristán, no quedaban de él más que los huesos. Algo de verdad debe de haber en esta historia porque, aparte de mantenerse la reja tal cual quedó, aún hoy en día allí sigue, aposentada en el tejado, una colmena de las abejas vengadoras como advertencia a todo aquel que se acerque con malas intenciones.
¿Me dice usted que le parece raro que los curas comiesen junto a las tumbas de los muertos? Bueno, yo no se si comían o no —aún no había nacido en esa época— pero le diré que por aquí nunca se come y se bebe con gula más desaforada que después de los entierros. El hecho de despedir al familiar o al amigo, la proximidad de la muerte, nos hace recordar lo corta que es la vida y, oiga, ¿qué mejor modo de disfrutarla que comiendo, bebiendo y... lo que surja?.
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Texto tomado de: "Guía de Viajes Reales y Soñados".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
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Rocas en el círculo de A Espenuca. (Gelatina de Plata)
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Esas rocas que, como peludos y escamosos animales dormidos, contemplas ahora fueron, en épocas ya pasadas, protagonistas de la vida de los hombres.
Sus ondulaciones y huecos, rellenos con el sebo del carnero, servían de sostén para la mecha que ardía en determinadas noches iluminando la cumbre del picacho. Estas hogueras tenían como finalidad invocar la ayuda de la divinidad para obtener abundantes cosechas; aunque algunos aducen que lo que pretendían era ahuyentar a las meigas para que no estropeasen los sembríos ni secasen las ubres de las vacas. En todo caso ritos de fertilidad y es bien sabido que Santa Baia es la especialista en esas cosas.
Hace muchos años en una excursión por el lugar de Chelo me acerqué hasta «o pozo da moura» donde me encontré con doña Eulalia, una señora ya mayor y paisana de estas tierras, quien me advirtió muy seriamente sobre los peligros de encantamiento que corre quien, sin conocer las palabras sagradas y los signos a dibujar con el carbón sobre las piedras, intente encender «as lumeiradas». Créanme si les digo que las torturas que sufren esos profanadores son tan horrendas que ni a reproducirlas en este escrito me atrevo y, desde aquel día, cuando subo al círculo sagrado, ni siquiera un chisquero llevo en el bolsillo no vaya a ser el diablo...
Aún hoy, cuando en noches de luna nueva alguna lumbrarada brilla en la cumbre, son tales los ayes y jadeos agónicos que brotan de la tierra que ningún humano permanece impasible y hasta los más valientes huyen presa del pánico.
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Texto tomado de: "Han ser Contos".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
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La más imponente catedral que vieran los tiempos pasados y han de ver los venideros no debes buscarla en ninguna ciudad famosa pues se encuentra en un pequeño pueblo de Galicia a orillas del río Mandeo.
En un lugar donde hay constancia desde el siglo V de culto cristiano, esta iglesia hunde sus cimientos en el río y se eleva, majestuosa, hasta los trescientos metros de altitud. Sus muros son la montaña y sus columnas y capiteles los robles y los castaños del bosque sagrado en que los celtas adoraron a sus deidades ancestrales. De planta circular, está rematada por una espadaña con su pequeña campana que domina un amplio territorio, una cruz de piedra y un curioso altar redondo. La inmensidad del cielo actúa como cúpula haciendo sentir a quien llega hasta allí la insignificancia del hombre ante la fuerza de la creación.
El círculo, símbolo de la perfección y la eternidad de Dios, pues no tiene principio ni final, adquiere en la mesa redonda del altar un especial significado: El de la igualdad. Y es que, tal como ocurre en la familiar «mesa camilla», todos los hombres que se sientan a la mesa del Señor son iguales a Éste y, Éste, es igual a ellos, que son iguales entre sí al carecer de cabecera que marque la presidencia.
¿Qué suerte de herejes tuvieron semejante idea? No lo se, pero benditos sean.
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Texto tomado de: "Guía de Viajes Reales y Soñados".
Autor: "Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío".
Nota del Fotógrafo: Como ustedes saben, suelo con frecuencia recurrir a pasajes de los diversos libros escritos por un autor desconocido para el gran público de cuya salud mental y rigor histórico, científico y técnico hasta yo mismo dudo seriamente. En este caso concreto creo que ambos nos estamos refiriendo al mismo lugar, cada uno de nosotros con su peculiar visión. Personalmente espero que mis fotografías puedan sensibilizar a quien corresponda para que A Espenuca sea conservada con su belleza primigenia, lejos de asfaltos, cementos, mármoles y eucaliptus. En ello va nuestra propia supervivencia como pueblo, cultura y civilización. Es éste uno de esos sitios que, cuando desaparecen, se llevan la esencia vital de un pueblo de modo que éste también muere irremediablemente. Si un día A Espenuca se pierde, habrá muerto con ella la esencia de Galicia y, con ésta, la de toda España; para entonces definitivamente habremos dejado de ser hombres y nos habremos convertido en gusanos y alimañas.
Entrada dedicada a don Joaquín Purriños Golpe, señor y amigo donde los haya y que, aunque residente en Paderne, me descubrió estas tierras vecinas.
NOTA: La serie sobre A Espenuca consta de varias entradas, a saber:
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