Fachada, pura fachada. Los peligros de ciertas lecturas.

Valladolid, calle de San Martín

Puede que la veas mejor si haces clic sobre la foto y luego pulsas F11.

Y he aquí que, en plena fase hipnótica de contemplación televisiva, se produjeron tres ataques simultáneos e imprevistos. En tanto que un comando consiguió hacerse con la señal de todas las cadenas, públicas y privadas, un segundo grupo se apoderó de las redes sociales más importantes, entre ellas CaraLibro, y un tercero sembró calles y plazas de octavillas al estilo tradicional.

Durante horas las televisiones y redes no emitieron ni mostraron otra cosa que no fuese el Evangelio de San Mateo; concretamente Mateo 23: 1-39. A su vez, los viandantes de ciudades y pueblos encontraron su camino alfombrado con miles de hojas impresas a multicopista que decían lo siguiente:

««Mateo, 23:

Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo:

En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí".

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.

¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.»»

Nadie podía haber previsto las consecuencias de semejante ataque. El pueblo, al margen de credos y religiones, bramó como un toro enfurecido. Gobernantes seglares y religiosos fueron arrojados de sus poltronas; cadenas de radio y televisión fueron cerradas y arrasadas; más de cuarenta millones de usuarios, avergonzados de sus propias publicaciones, causaron baja en CaraLibro y fueron muchos más los que negaron haber tenido un perfil en dicha red; miles y miles de cabeceras de la supuesta prensa independiente desaparecieron como por arte de magia; las campañas electorales en curso se paralizaron y, curiosamente, una extraña sensación de alegría recorrió el mundo.

Y fue así que las masas, ignorantes de quienes pudieran ser aquel Jesús y el tal Mateo, quisieron ponerlos al frente del Gobierno de la Tierra y, al descubrir que habían muerto en el Siglo I, prendieron fuego a todo cuanto hallaron a su paso. El planeta ardió durante más de doscientos años y, de las cenizas, renació un hombre nuevo. Su único libro sagrado y fuente de Derecho es el Evangelio de Mateo, concretamente Mateo 23: 1-39, y todas sus plazas públicas están presididas por la escultura a tamaño real de un furioso toro bravo en actitud de embestir.

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Texto tomado de: «Han ser contos».

Autor: Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío.

La cabalgata de las Valkirias - Richard Wagner.

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