El Caganer.

Puede que la veas mejor si haces clic sobre la foto y luego pulsas F11.

Hoy en día, en plena globalización, cuando los símbolos y tradiciones de los lugares más remotos se mezclan y entremezclan con los anuncios de refrescos a la hora de representar la Navidad, puede que esta pequeña anécdota carezca de toda importancia pero, allá por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, en los que sólo los visionarios eran capaces de soñar con que en el futuro existirían artefactos como los teléfonos móviles, el asunto resultaba curioso.

Y es que, en nuestra casa, en un pequeño y remoto pueblecito de Salamanca, por estas fechas montabamos un nacimiento en el que nunca faltaba la figura de caganer. Escondido a un lado del portal, pero no tanto, pues la gracia estaba en que pudiera ser descubierto, allí estaba en cuclillas con su camisa blanca, su faja, sus pantalones bajados y, por supuesto, su vistosa y llamativa barretina roja.

¿Cómo podía ser? ¿Cómo arraigó en nuestro hogar una tradición tan catalana? Por más vueltas que le doy a mi cabeza no recuerdo que nadie en nuestra familia tuviera origen en o relación con Cataluña y, salvo error u omisión por mi parte, que ya los años juegan malas pasadas a la memoria, así sigue siendo. Pese a ello y a que la familia se fue dispersando, una de mis hermanas y su marido mantienen viva la tradición del nacimiento y, faltaría más, la del caganer que, curiosamente, sigue siendo el mismo de nuestra niñez que aún se conserva sin que el paso de los años haya deslucido su roja barretina.

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Texto: "Notas para un Borrador de Autobiografía Informal".
Autor: Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío.

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