Al Sol de agosto.

Tomando el Sol.

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—Papá, lleva a los niños al colegio, compra el pan y el periódico, pasa la aspiradora y no te olvides de sacar al perro. Así te entretienes un poco —dijo Manuelita mientras salía apresurada rumbo a su trabajo.

Don Adolfo se encogió de hombros, se arregló y vistió con tranquilidad —últimamente todo lo hacía con mucha calma—, se dirigió a la calle Ciudad Rodrigo y, fundido con el entorno, se sentó a ver pasar la vida por la vecina plaza Mayor sin tan siquiera tomar conciencia de que era la única nota auténticamente humana en aquel concierto de locos. Él ya tenía su entretenimiento, no necesitaba que nadie le dijera como distraerse.

Cuando Manuelita regresó a casa, los niños no habían ido al colegio y jugaban con la consola, las camas estaban  sin hacer, no había pan para la comida ni periódico para el crucigrama, el perro se había meado en la cocina y el abuelo no estaba por ninguna parte. La revolución había estallado mientras dos almas gemelas danzaban en el espacio infinito hasta el fin del amor; es decir, por toda la eternidad.

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Texto tomado de: «Han ser contos».

Autor: Miguel Arcángel de Vallejera y de Riofrío.

Dance Me to the End of Love - Leonard Cohen.

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