Retablo de San Roque (año 1555). Visto en Sigüenza (Guadalajara)
San Roque (1550 - 1560). Visto en Sigüenza (Guadalajara)
Puede que la veas mejor si haces clic sobre la foto y luego pulsas F11.
Quiero desde aquí desear unas felices fiestas de San Roque a mis paisanos de Vallejera de Riofrío (Salamanca) y, como todos los años, lo hago con dos de las varias representaciones de San Roque que me encontré en la ciudad de Sigüenza (Palencia) de la que es patrono desde los años 30 del lejano Siglo XVI ya que gracias a su intercesión Sigüenza se libró de la peste que la asolaba.
Me adelanto al día 16 porque se que ya estáis en plenas celebraciones.
Todas las imágenes que aparecen en este blog son propiedad exclusiva de su autor y están protegidas por la legislación española y los acuerdos internacionales sobre los derechos de la propiedad intelectual y, por tanto, no pueden ser descargadas, reproducidas y/o modificadas sin el consentimiento expreso y por escrito del autor. En caso de estar interesado/a en alguna de ellas, ponte en contacto.
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Hoy se cumplen cinco años desde que los doctores Diego González Rivas y Ricardo Fernández Prado de la Unidad de Cirugía Torácica Mínimamente Invasiva del I.M.Q. San Rafael de A Coruña me salvaron de lo que era una muerte anunciada a corto plazo y aquí sigo, agarrándome a la vida con uñas y dientes.
Como en años anteriores, he encendido una vela por cada año de vida. Para los expertos en fotografía solo les pido que consideren que, en este caso, «lo importante no es la calidad de la foto, sino el número de velas».
Hoy tampoco puede faltar un recuerdo muy especial para el doctor don Ricardo Fernández Prado que, desde el primer momento del diagnóstico, siguiendo por el quirófano hasta después de mi alta sanatorial, siempre estuvo a mi lado; así como para mi esposa, familia y amigos que continuamente vienen haciéndome regalos de vida.
Gracias a todos por cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de aliento vital.
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A los jóvenes de mi generación —aunque ustedes no lo crean, alguna vez lo fuimos— nos tocó estudiar la asignatura de "Formación del Espíritu Nacional" en unos libros de la Editorial Doncel. De ahí que la imagen de don Martín Vázquez de Arce nos resulte tan familiar que, al menos en mi caso, me llevó a visitar en pleno invierno —hace falta valor— la Catedral de Sigüenza (Guadalajara) para contemplar su tumba en la que reza la siguiente leyenda:
«Aquí yace Martín Vázquez de Arce, caballero de la orden de Santiago, que mataron los moros, socorriendo al muy ilustre señor Duque del lnfantado, su señor, a cierta gente de Jaén, a la Acequia Gorda, en la vega de Granada. Cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce, su padre, y sepultólo en esta Capilla año 1486. Este año tomaron la ciudad de Loja, las villas de Llora, Moclín y Montefrío por cercos en que padre e hijo se hallaron».
Se cuenta, yo no puedo dar fe de ello porque no estaba presente, que cuando expiraba en los brazos de su padre le hizo el siguiente encargo que aquel cumplió:
«Rogad a mi hermano don Fernando que se mire en mi ejemplo y trate de complacer a nuestra madre dándose al estudio, ya que no lo hice yo. Y porque el haberme alejado de los libros me trajo tan prematuramente a rendir tributo a la muerte, quiero yacer en efigie sobre mi sepultura, teniendo a perpetuidad un libro entre las manos, para que se consideren desagraviados aquellos a quienes agravié contrariando en vida su gusto y consejos…».
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No se si el raro soy yo o si, como cabe suponer, no dejo de ser otra cosa que un ladrillo más en la pared, uno de esos millones de puntos que se mueven justo alrededor de la media y componen lo que conocemos como "normalidad", palabreja ésta que, sin temor a equivocarnos, podríamos en muchos casos sustituir por el sinónimo "vulgaridad".
Lo cierto, queridos amigos, es que, desde que me veo obligado a caminar con una mochila que pesa casi tres kilos que me suministra oxígeno y un bastón que disminuye mi esfuerzo al servirme de apoyo, no se ya dónde colgarme el equipo fotográfico sin parecer un estrambótico robot.
Esto me tiene sumido en una profunda crisis creativa y, lo que es peor, está haciendo que me cuestione todo lo que he publicado en matería de fotografía y, en un afán revisionista, plantearme si desde que inicié este blog realmente he progresado algo en la materia.
Bueno, sea cómo sea, no soy yo de andar con lamentos por las profundidades y eso que ahora —a la vejez viruelas— tengo vértigo a las alturas. Así pues, he de iniciar el ascenso y pedalear con ganas para llegar a la cumbre.
Pánico en el Edén (Vuelta Ciclista a España 1984) - Tino Casal.
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A lo largo de la historia el ajo ha sido y es profusamente utilizado en base a los múltiples beneficios que aporta. Entre ellos, uno de los más importantes es el de proteger la portería de un equipo de balompié atrayendo para ella toda la buena suerte y rechazando todos los males, goles y peligros que, ante su presencia, huyen a la contraria.
Para ello basta con colocar una cabeza de ajo en cada vértice del hipotético rectángulo determinado por la base de los postes y los anclajes de la red. Durante el descanso del partido, como es obvio, alguien debe ocuparse de trasladarlos a la otra portería. Estas operaciones han de llevarse a cabo con cierto disimulo y siempre después de que el árbitro haya revisado el estado de la red.
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Lápida en la tumba de don Adolfo Suárez González, Primer Presidente del Gobierno de la democracia, y de su esposa
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Una simple losa de granito a ras de suelo en uno de los claustros de la catedral de Ávila. Ni una señal especial, ni tan siquiera una flor. Esa es la grandeza de los auténticos grandes hombres. Espero que al menos tu descanso sea respetado por todos.
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